Este trabajo nace de una idea simple, disfrutar la belleza de las pequeñas cosas. Pequeñas en un sentido literal y figurativo a la vez. La belleza de aquellas cosas que pasan desapercibidas por el ojo, debido a su tamaño, o a sus características poco llamativas, o a la costumbre de su cotidianidad, que las hace invisibles a nuestra percepción. Así fue como un día descubrí la primera polilla que me fascinó por su forma. Un esfíngido de color dorado, como las hojas secas de la guadua, con forma de jet militar y ojos verdes redondos y grandes, que daban una impresión robótica, como de una pequeña maquina futurista, un diminuto dron de diseño minimalista.